a son muchos los portales de Internet, los diarios y las radios que repiten haber visto la “mejor final de la historia de los mundiales” que consagró a la Argentina campeón por tercera vez en su historia. Cadenas televisivas inglesas y alemanas, diarios chilenos y peruanos, gente que vio el partido y no deja de repetir lo maravillada que quedó ante semejante espectáculo.
Revisemos esto. Pasemos en limpio todas las finales y sus pequeñas-grandes historias. Le propongo un juego de descartar partidos decisivos de Copas del Mundo con algunos argumentos que podemos utilizar. Rivales similares en jerarquía, cantidad de goles, chances desperdiciadas, jugadas polémicas, actuaciones deslumbrantes, errores o aciertos arbitrales, variantes del resultado, emociones repetidas y aún podríamos seguir un poco más.
Hacemos la revisión, vamos tildando y tachando finales. Entre 1930 y 1978, hay pocas que merecen considerarse. El 3-2 de Alemania Federal sobre Hungría en 1954, aunque los húngaros no podían levantar las piernas en los últimos minutos por su desgaste físico de las semifinales. El 5-2 de Brasil sobre Suecia en 1958 fue buenísimo, pero jugó solamente un equipo. En 1966, el éxito inglés fue programado por ellos mismos y se pusieron 3-2 con un gol que no había existido. Ni aquel Brasil de 1970 hizo una final tan gloriosa. Fue la despedida de Pelé y un 4-1 ante una débil Italia, demasiado floja. En el 74 Holanda se llevaba todo y en la final se la comieron los alemanes.
Queda el gran recuerdo de 1986, Argentina ganando 2-0, la reacción alemana, el empate parcial y el gol de la victoria que hizo Burruchaga. Tampoco alcanza 1998 con el 3-0 francés a un Brasil pendiente de la salud de Ronaldo, ni los penales de Francia-Italia en 2006 tras un partido que fue de más a menos. No reúne buen puntaje la final de 2010 –apretado éxito español ante Holanda- ni mucho menos 2014 o el buen partido entre franceses y croatas de 2018 en Rusia.
En cambio, todos los ingredientes, los condimentos, los tuvo el partidazo que hizo la Argentina de Scaloni y de Messi contra la Francia de Deschamps y Mbappé. Seis goles, un primer tiempo albiceleste extraordinario, con ventaja 2-0 y dejando el olor a goleada para la segunda parte. El entrenador francés mueve fichas: antes del minuto 45 decide sacar de la cancha a dos de sus tres atacantes. Ellos no habían aportado nada. Se fueron Giroud y Dembelé. Entraron Thuram y Kolo Muani. Francia comenzó a preocupar más al fondo argentino.
Fue justamente Kolo Muani quien le ganó la posición a Otamendi en el minuto 80 y logró la infracción que derivó en penal. Concretó Mbappé, que dos minutos después clavó un derechazo fortísimo que se le metió al Dibu Martínez. Empate francés en una ráfaga, desazón argentina por su gran superioridad en el juego.Mbappé estaba vivo y lo demostró. Bombazo de Messi en la última pelota y respuesta gloriosa de Lloris sacándola al corner. Final de 2-2 y suplementario.
En él, Scaloni mete a Lautaro Martínez por Julián Álvarez. Cinco minutos después, Lloris tapa un bombazo del 22 argentino y Messi concreta el rebote. Ventaja argentina 3-2. Partido terminado decían. Dos minutos antes del final, Montiel rechaza con su brazo un tiro que pedía arco y nuevo penal. Mbappé facturó. Final 3-3 y penales. ¿Franceses contentos y argentinos enojados porque se escapaba de nuevo el título?
Mbappé y Messi guían a sus compañeros y concretan. Francia falla dos tiros seguidos y Argentina los convierte. El 3-1 ya hacía prever el final: descuenta Kolo Muani y Montiel sella el 4-2 final. Un desenlace impensado, de película, con la emoción cambiando de arco varias veces, el resultado moviéndose al viento,actuaciones que quedarán en la historia (Di María, Messi, MacAllister, Mbappé, Kolo Muani, Cuti Romero)y el final que la mayor parte de los futboleros del mundo esperaban. Que Messi ganara su Copa del Mundo, como había logrado su Copa América en 2021. Justicia con un crack que batió récords, le recordó al mundo que está más vigente que nunca y fue el arma fundamental de un equipo construido con criterio, autocrítica, mucho trabajo y una cantidad de decisiones que ratificaron todavía más la capacidad del cuerpo técnico y del plantel elegido. Francia fue el mejor segundo posible.
Está claro que fue un partido inolvidable. También lo hubiera sido si los franceses se hubiesen quedado con el triunfo en el minuto final, cuando Emiliano Martínez paró con la pierna izquierda un tiro del atacante Kolo Muani que sellaba el triunfo azul. El mismo arquero que atrapó un penal y puso nervioso al joven Tchouameni que lo desvió. O sea: multitud, expectativa mundial, media docena de goles, tres penales, atajadas formidables, rendimientos individuales de altísimo nivel, resultado cambiante, situaciones erradas por muy pocos centímetros y el martirio de los penales. Qatar quería espectáculo y buen fútbol. La final fue un broche de oro.