Hace 50 años, el fútbol argentino fue testigo de un conjunto de San Lorenzo que se destacó netamente sobre el resto. El recuerdo de una campaña única.
Se lucieron durante 24 fechas. Ganaron el segundo torneo Metropolitano, aquel de 1968, con una categoría y una contundencia pocas veces vista. Iluminaron una época áspera de nuestro fútbol donde los partidos en muchos casos eran batallas repletas de mala intención y de violencia. Por su estilo, por su eficacia, porque eran muchos los jugadores que podían convertir goles, San Lorenzo se destacó netamente sobre el resto.
Con el brasileño Elba de Padua Lima (conocido como Tim, a secas) mejoraron el nivel que tuvieron en las últimas fechas del Nacional de 1967. Tenían un equipo con estrellas, aunque en algunos casos la prensa y el público se darían cuenta tiempo después. Un arquero atajador y a veces exageradamente volador como Carlos Buttice (recientemente fallecido), dos laterales muy distintos: impasables y con un excelente manejo de pelota como Sergio Villar y un perro de presa pero sabio también con la pelota comoAntonio Rosl. Una zaga central de experiencia y solidez como Calics y Albrecht, que alternaban en la Selección Nacional.
En el medio se lucía lo mejor del equipo. Dos motores incansables como Roberto Telch y Alberto Rendo que le agregaban buen pase y mucho quite, un lento pero talentoso joven de mucha personalidad como Cocco (tremendo cabeceador) y la pegada justa de Miguel Tojo, que se destacaba con cambios de frente de enorme precisión y su tiro de media distancia. Adelante el veloz y escurridizo correntino Pedro González, la sutileza y oportunismo de Carlos Veglio y un goleador de raza, un portento físico y con peso propio para jugarse mano a mano contra los rudos defensores de la época como Rodolfo Lobo Fischer.
Quedaban afuera y alternaron poco, jugadores como Agustín Irusta en el arco, el zaguero Sconfianza y su compañero Magliolo en el fondo, el talentoso pero discontinuo Héctor Veiray el lateral mendocino Gramari. Todos hicieron lo suyo para ayudar a un éxito impresionante.
San Lorenzo ganó la primera rueda con 17 puntos, producto de 6 victorias y 5 empates. Lo más destacado fueron el debut aplastando 5-1 a Atlanta en Villa Crespo, el triunfo por 2-1 en la cancha de Boca y un valioso 2-0 en el Parque Independencia ante Newell’s. En la segunda parte del torneo se vería lo mejor del Ciclón: serían ocho triunfos consecutivos y tres empates al final.
Para destacar especialmente, los triunfos ante Boca por 2-0 (doblete de Veglio) y en La Plata ante el flamante Campeón de América, el Estudiantes de Zubeldía, gracias a un tanto del tucumano Albrecht. Bailes a Racing (3-0), Atlanta (4-1), Ferro (3-0) y una clasificación a semifinales con números rotundos: 14 victorias y 8 empates. Invicto en 22 partidos, 44 goles a favor y 10 en contra.
En semifinales se sacó de encima al desesperado River, que llevaba once años sin ganar nada. Un sombrero de Pedro González sobre Amadeo Carrizo abrió el marcador, empató el enorme Ermindo Onega aprovechando un córner pero River no pudo festejar, porque enseguida llegó el bombazo de Cocco para el 2-1 y al final, una pifia de Amadeo fue aprovechada por Veglio con el arco vacío. Fue 3-1 y la vuelta a Boedo en un solo grito.
El 4 de agosto se jugó la gran final. Enfrente, Estudiantes, ganador de la Copa Libertadores, con un equipo de película que poco tiempo después daría la vuelta olímpica en Old Trafford, la mítica cancha del Manchester United y se llevaría la Copa Intercontinental. Enfrente del Ciclón del brasileño Tim estaban Poletti, Malbernat, Pachamé, Bilardo, Madero, el Bocha Flores y la Bruja Verón, entre otros próceres. Estadio Monumental con 60 mil personas en las tribunas y una multitud azulgrana que llenó la popular visitante y llegó con la ilusión de campeonar después de nueve años.
Poco en el primer tiempo, todo en el segundo y en el suplementario. Porque hubo que jugar media hora más. Madrugó Verón con un zurdazo alto que dejó inmóvil a Buttice. Empató Veglio casi de puntero derecho, metiendo un pelotazo entre Poletti y su poste izquierdo, desde muy cerca. Hasta el árbitro Comesaña estaba cansado cuando Fischer tomó un rebote a unos veinticinco metros del arco pincharrata y sacó un zapatazo alto y esquinado que Poletti no pudo parar, en el arco del Río de la Plata.
Pitazo final del juez, festejó enloquecido de los azulgranas, aplausos respetuosos desde los jugadores estudiantiles hacia el nuevo campeón y una superioridad aplastante de un grupo de futbolistas que mostraron coraje, dureza, talento, actitud y una vocación ofensiva diferente para aquellos años. San Lorenzo no jugó la Copa Libertadores de 1969 porque en aquel tiempo eran los campeones y escoltas del nuevo torneo Nacional los que lo hacían.
Hizo buenos campeonatos en esos años, fue un cómodo bicampeón en 1972 bajó la conducción de Juan Carlos Lorenzo,pero el equipo de 1968 fue incomparable. Quizá el equipo más talentoso y letal de toda la historia, junto con aquel de 1946 con el trío de Farro, Pontoni y Martino. Medio siglo después de los festejos, de la euforia y la alegría por tener un equipo que asombró al fútbol argentino, el recuerdo se impone. Otros tiempos, otros jugadores, otro país. Y otra manera de jugar, que parecemos haber olvidado.
Nota: 442 Perfil.com