Hacía unos días que había empezado el invierno de 1981, hace 40 años. El Metropolitano entraba en la recta final y la pelea estaba perfilada entre el poderoso Boca de Diego Maradona y Miguel Brindisi y el Ferro Carril Oeste de Carlos Timoteo Griguol. Era una lucha dura entre dos equipos muy distintos. Los Xeneizes descansaban en el formidable dúo goleador que Diego y Miguel armaron, Ferro era un conjunto compacto, sólido por donde se lo mire y con el coraje necesario para ganar en canchas donde antes no podía conseguirlo.
El 5 de julio se jugó la fecha 27 –el torneo tenía 34- y Boca marchaba en el primer puesto con dos puntos más que Oeste, 41 contra 39. Esa tarde de domingo, el equipo que dirigía Silvio Marzolini tenía la parada más brava: ir al Monumental y repetir la victoria de la primera rueda para seguir afirmado en la punta. Aquel Viernes Santo de abril, Boca aplastó a River con dos goles de Miguelito Brindisi y uno de Diego, con aquella pelota que bajó en el área, la gambeta ante un Fillol desesperado y el toque a la red, desde el área chica, con Passarella superado y Tarantini tratando de atajarla como último recurso. Tricota y festejo.
Pero llegó la revancha. Hacía varios meses que River se había despedido (una vez más) de su ambición por ganar la Libertadores, cuando Deportivo Cali lo humilló en el Monumental y lo dejó afuera de la segunda fase. Boca buscaba sumar y escaparse, esperando que Ferro perdiera puntos en la difícil cancha del desesperado Colón, que marchaba por el fondo de una tabla donde no existían todavía los promedios. Al final, el Sabalero descendería y tardaría 14 años en volver.
River tenía un único incentivo: frustrarle el posible título a su clásico rival. Para eso, Angelito Labruna puso lo mejor que tenía, en lo que sería su último Superclásico dirigiendo al Millonario contra Boca. Por eso, aquella tarde, Fillol, Passarella, Tarantini, Mostaza Merlo, el Beto Alonso, Jota Jota López, Mario Kempes, Ramón Díaz y René Houseman formaron parte de un River plagado de estrellas y con seis campeones mundiales.
Boca le tiró el liderazgo a la cancha y lo retó con Maradona y Brindisi, pero también con el capitán Roberto Mouzo, con los ásperos Pernía y Krasouski, con el temperamental Chino Benítez y con dos punteros muy peligrosos y efectivos como el Pichi Escudero y Hugo Osmar Perotti. Para arbitrar semejante choque la AFA confió en la muñeca y el criterio del veterano Teodoro Nitti.
Se vendieron más de 43 mil entradas y no eran menos de 60 mil los hinchas de ambos clubes. Los visitantes podían llenar tribunas porque se les permitía asistir y lejos estaban los días de canchas vacías o con un único público del local.
Un primer tiempo duro, muy cortado, con escasas situaciones de peligro y la sensación de que cuando se inspiraran los cracks, la cosa podría cambiar. Entre los 10 y los 25 minutos del segundo tiempo tembló la cancha. El Pichi Escudero estaba jugando como wing izquierdo, hizo una lujosa jugada dejando fuera de acción a Comelles, Tarantini y también a Iervasi, metió el centro con la zurda y por el otro lado entró Perotti, que alcanzó a tocar hacia el arco, pero la pelota rebotó en el cuerpo de Fillol, que había salido a la desesperada.
Allí entró en juego Diego, que capturó el rebote del arquero y tomó la pelota inclinado hacia la derecha, con Fillol delante y Tarantini cubriendo la línea del arco. Maradona hizo algo bien distinto a lo habitual. Lo gambeteó a Fillol hacia afuera y antes de que lo cruzara Héctor López, metió el derechazo alto, medido con una precisión milimétrica. Le pelota superó a Tarantini, pegó en la parte interna del travesaño y se metió en el arco. Golazo y Boca arriba 1-0.
River sintió el impacto. Era la quinta vez que Diego le hacía un gol y sus jugadores se habían juramentado a no perder. Una dura infracción sobre Alonso muy cerca del área originó la sanción del juez y llegó el tiro libre ideal. Lo ejecutó Passarella con uno de esos zurdazos que le daban al arquero una sola chance, sacar la pelota hacia un costado. La Pantera Rodríguez era el custodio del arco boquense y apenas pudo rechazar corto. La pelota quedó servida para el crack del mundial’78, en el mismo arco donde les había hecho los dos goles a los holandeses en la final de la copa. Kempes reventó la red con un zurdazo alto y selló el empate.
Siguieron jugando pero no se sacaron ventajas y como Ferro no pasó del empate en Santa Fe, la historia se mantuvo igual, hasta que casi un mes después, el 2 de agosto, Boca pudo vencer al formidable cuadro de Caballito por 1-0 gracias a un pase exacto de Maradona y una definición perfecta de Perotti. El camino al título quedó despejado.
Seguramente hay algunos otros superclásicos con historia propia y muchos nombres que cubren de gloria al fútbol argentino. Aquel choque del que se cumplen 40 años tuvo todos los ingredientes de una posible venganza millonaria, de una doble victoria boquense en el torneo donde los Xeneizes volvieron a ganar el campeonato que no conseguían desde 1976 y sobre todo, la presencia de tantos cracks y jugadores que habían dado la vuelta olímpica tres años antes con la Copa del Mundo en sus brazos. Por suerte para los hinchas, todos ellos jugaban en el país, salvo Mario Kempes. Otros tiempos. Con ellos jugando, no había manera de aburrirse.