Arrancó 1967 y Platense cambió buena parte de su equipo. Del cuadro de 1965/66 quedaron Topini y Hurt, los arqueros. El zaguero Mansueto y el lateral Murúa, el centrojás Togneri y el puntero derecho Miranda. Nada más. En cambio llegaron Aranda (lateral derecho), el bahiense Jorge Recio (centrojás pasado Togneri a la cueva), el Huevo Mugione de 8, el goleador Carlos Bulla y la dupla izquierda del ataque, que llegó desde Colón: el gran Néstor Subiat y el wing izquierdo Luis Medina.
También apareció un uruguayo de apellido Veloso, que impresionó gratamente en el amistoso contra Atlanta que se hizo unas semanas antes del campeonato. Esa noche, Platense nos maravilló, le ganó 5-0 a los bohemios, pero Veloso sufrió una grave lesión y terminó afuera del plantel. El entrenador que le daba sentido a ese grupo de buenos jugadores era nada menos que Ángel Labruna.
Primera fecha y triunfo contra el duro Chacarita. Victoria 3-2 con dos golazos de Bulla en el primer tiempo y tras el empate funebrero en dos, el penal que convirtió Mugione. Se perfilaba un equipo ofensivo, con mucha profundidad y varios jugadores de muy buen pie. El 12 de marzo jugamos en el Monumental pero no pudimos ir porque mi viejo tenía un congreso de ortopedia y con mis once años no había forma de hacer ese viaje. Lo ganamos 3-2 con un golazo del Huevo Mugione (pateó desde 30 metros y el Loco Gatti canchereó, se agarró del palo pensando que la pelota iba para afuera, pero se clavó en el ángulo). Empató Cubilla, aumentó el Loco Miranda, volvió a igualar el gran Ermindo Onega y a diez minutos del final otra vez Miranda metió la pelota empujándola sobre la línea. Locura total en casa, lo escuchaba por la radio y mi vieja me miraba sorprendida. Fue 3-2 y el lunes a la noche fuimos la tapa de El Gráfico, con todo lo que eso significaba, en una revista que nos ignoraba casi por completo. Encima, en la Oral Deportiva de radio Rivadavia decían que hacía 32 años que no le ganábamos al millonario de visitante, que sólo los habíamos superado en 1931 (5-2) y en 1935 (2-0) pero que las dos veces habían sido en Alvear y Tagle, la cancha que abandonaron en 1936.
Por diferentes razones no pudimos ir a la cancha en los siguientes partidos, mi viejo colaboraba con los padres de alumnos del colegio donde íbamos con mi hermano Pablo, el Marianista, de Caballito. Un reducto de clase media, rodeado por los «nariz parada» del San Cirano (que jugaban solamente al rugby) y el odioso Dámaso Centeno, colegio de, para y por militares. Nosotros, en el medio de semejante dupla, jaja. Hubo derrotas seguidas contra Independiente en casa y Ferro afuera, victoria ante Rosario Central en nuesto estadio y para la sexta fecha, el 9 de abril, nos hicimos la excursión en el viejo Chevrolet de 1946 (patente C344805) hasta la cancha de Tigre, en Victoria. Otro escenario nuevo para mis 11 años, porque Deportivo Español -un rival durísimo en el ascenso reciente- hacía de local allá. Y allá fuimos.
Fue 4-0, con cuaterno en el primer tiempo: uno de Bulla, dos de Subiat y otro de Miranda. En la siguiente le hicimos un lindo 4-1 a Argentinos, pero tampoco pudimos asistir. Grrr. Nueva localía y triunfo ajustado sobre Unión, con dos apariciones de Gualberto Vidal Mugione (así, con una sola «g»). Viajamos a una cancha conocida, la del Lobo, en el Bosque. Perdimos 2-1, pero Bulla clavó un precioso cabezazo para el empate parcial. En la siguiente, ya se terminaba la primera rueda y vino el Ciclón a nuestra casa. Otra vez, todos los goles en el primer tiempo: el Loco Doval (su hermano Jorge jugaba en la reserva, todos ellos hinchas de Platense) hizo el gol de penal a los 10m y Carlitos Bulla metió dos derechazos impresionantes desde afuera del área para someter a Buttice y poner el 2-1 final. Pensar que le anularon un golazo igualito a los dos anteriores.
La última fecha fue caída con Banfield y el final de la primera rueda nos encontró segundos en la zona B: Ferro (16), Gimnasia, Independiente y nosotros (14), River, Banfield y San Lorenzo con 12. Eso sí, teníamos 21 goles a favor, tres más que River y nueve que el puntero verdolaga. Era para recortarla y pegarla en algún cuaderno, cosa que implementaríamos con mi viejo en los próximos años. Las carpetas se conservan, por suerte.
Segunda rueda: visita a San Martín. No jugaba Bulla, perdemos. ¿Perdemos? Lo reemplazó un rubiecito muy joven y no tan corpulento, Luis Fernando Lavezzi. Hizo tres goles, más otro del Pájaro Subiat, victoria 4-2. Esa tarde, mi padre llevó sus dos habanos habituales en el bolsillo superior del saco. Gritó (gritamos) uno de los goles y se le cayeron los dos habanos, escurriéndose de los tablones hasta el piso de tierra que estaba debajo. La cuestión es que unos minutos después, dos chicos que no tendrían más de 13 o 14 años pasaron por el pasillo de la tribuna, junto al alambre, fumando muy orondos los cigarros. Al rato, estaban mareados y tirados sobre los tablones en un costado…
Después vino la revancha con River y el empate en uno, el gran triunfo sobre Independiente afuera por 2-1 con el título principal de El Gráfico: «Platense, jugar, jugar siempre» y la nota que leí con mi entendimiento de once años que escribió Osvaldo Ardizzone. Se le ganó a Ferro, derrota en Arroyito, victoria con Español, caída en La Paternal, empate en Santa Fe, hasta que volvimos a ir a la cancha contra Gimnasia, en casa.
Tarde nublada, aquel 16 de julio. Mucha gente, el Lobo venía bien y era un duro rival, recuerdo al arquero Carballo, a Roberto Rogel y a Antonio Rosl en su defensa. Un gol de Subiat destrabó el resultado, aumentó Luis Medina, descontó el uruguayo Conde Méndez y definió otra vez Medina. Fue 3-1 y la clasificación ya estaba a la vista. Los dos primeros pasaban a semifinales y el sueño se estaba cumpliendo. En la penúltima fecha perdimos con San Lorenzo y lo echaron a Miranda. Dos fechas de suspensión. En la última retuvimos el primer puesto ganándole 3-1 a Banfield (triplete de Lavezzi) y un esbozo de vuelta olímpica, aunque tampoco estuvimos ahí.
La tabla la recortamos. Ganamos la zona B, un punto por arriba de Independiente, tres de San Lorenzo y cinco de River. Fuimos los que ganamos más partidos, 13 de 22 y metimos 40 goles, los mismos que hizo Lanús, pero que terminó quinto en la zona A. Hubo dos días de descanso y el jueves 3 agosto se jugaba la semifinal contra Estudiantes, aquel de Zubeldía, que empató el primer lugar con el Racing de Juan José Pizzuti, pero quedó segundo por diferencia de goles.
Semifinal. En la Bombonera y de noche. Pleno invierno. (continuará)