El hombre es consecuente con sus ideas, con sus gustos y con la posibilidad de elegir sin apurarse y analizando detalladamente virtudes y falencias, trayectorias, respuestas a la presión de tener que jugar con muchos ojos en la espalda que esperan un error o un golazo para sentenciar a favor o en contra con la facilidad de la opinión desde cualquier lugar.
Marcelo Gallardo ya lo pretendió varias veces a Silvio Romero. Le gusta cómo juega, qué tipo de delantero expresa, con qué variantes puede contar incorporándolo a River. Por sobre todo, el entrenador de River pretende que Silvio Romero reemplace a Nacho Scocco, que tomó la decisión de volver a su club de origen, Newell’s Old Boys.
Si analizamos trayectorias, Romero tiene tres años menos que Scocco, una carrera que lo llevó al fútbol mexicano y muchos goles repartidos entre Instituto, Lanús e Independiente en los torneos argentinos. Quizá uno lo imagine a Romero como un centrodelantero más definido que Scocco, pero comparten la versatilidad de jugar moviéndose por distintos sectores del ataque.
Romero hizo una docena de goles en el último campeonato, con la variedad típica de los hombres que tienen su objetivo principal en meter la pelotita adentro del arco rival. Hizo cuatro goles de penal -todos los que pateó en esta temporada- con cuatro goles de cabeza y los otros cuatro con distintos remates cortos o muy cerca del área.
En su campaña en el rojo, reúne 47 partidos oficiales y 17 goles, con un rendimiento más importante en el último torneo, donde hizo la docena de tantos en 20 partidos que jugó. Tiene buen pie, un cabezazo respetable que se verifica en los goles que hizo, la picardía y la astucia para ubicarse bien en el campo y el plus que significa estar esperando la pelota muchas veces en el lugar y el momento más necesario, esto es para convertir un gol o varios más.
Romero quizá no sea titular –Borré y Matías Suárez tienen todos los boletos– pero como Nacho Scocco, ocupa un puesto entre los suplentes y en todo caso será el primer o segundo cambio ofensivo, compartiendo con Lucas Pratto esa chance. La cuestión radicará en quien gane la pulseada entre ambos y que preferencias vaya teniendo el entrenador mientras se conozcan en los entrenamientos y puedan acoplar sus estilos y sus características para hacer más variado y más profundo al ataque riverplatense.
La seriedad y conocimientos de Gallardo no están en discusión. Su inteligencia y habilidad para combinar los ingredientes que necesita un equipo duro, potente y con pretensiones como River es el cóctel que necesita el fútbol argentino. Por lo menos, si se lo mira desde la vereda millonaria, con las ambiciones de siempre.