Modificar reglamentos en medio de los torneos no es novedad. Un repaso por otros casos de ascensos, descensos y promociones.
La sorpresa y el asombro ya no forman parte del fútbol argentino. Por lo menos, en lo que hace a las decisiones de los dirigentes a la hora de modificar reglamentos y agregar o quitar clubes que bajarán o subirán de categoría. El nuevo intento que parece resultará exitoso en la alicaída Superliga determinará que serán dos y no tres los descensos a la ahora llamada Primera Nacional, resucitando la desaparecida Promoción para definir un puesto más entre quien quede antepenúltimo entre los promedios de Superliga y quien perdiese la final del reducido por el segundo ascenso a la misma Primera División.
Bromas, memes, burlas en las redes sociales, comentarios hirientes, indignación, pero también esperanza y alivio entre los que pelean por subir a la A o no irse de ella. Una chance más habrá, aunque sea la infartante Promoción, algo que se desactivó el 1 de julio de 2012, en tiempos de Julio Grondona, cuando San Lorenzo mantuvo la categoría al derrotar a Instituto y lo mismo hicieron los sanjuaninos de San Martín con el desesperado Rosario Central.
En realidad, la manipulación del reglamento ha ocurrido desde siempre. Cuando decimos “desde siempre” es porque también ocurrió en el amateurismo. Por ejemplo, cuando al terminar el torneo de 1924 de la Asociación Amateurs quedaron Estudiantes de Buenos Aires y Quilmes en los dos últimos lugares de la tabla. La dirigencia de la entidad “rebelde” (porque coexistía con la Asociación Argentina hasta que se fusionaron para 1927) resolvió que no habría descensos porque tanto los futuros pinchas de Caseros –por entonces un aristocrático cuadro con cancha en Palermo- y los británicos ya reconvertidos en cerveceros “hicieron una contribución muy grande a nuestro fútbol y animaron muchos torneos de primera categoría: por esa razón no deben descender”.
El profesionalismo llegó para mayo de 1931 y la Liga Profesional duró cuatro temporadas, sin ascensos ni descensos porque nació y se desarrolló sin segunda categoría. Sin embargo, para jugar el torneo de 1934 resolvieron achicar la cantidad de clubes de 18 a 14 y borraron de un plumazo a Tigre y a Quilmes porque según parece no tenían mucho público que los siguiese. Ya quedaban 16 y alguna mente febril convenció al resto para obligar a que se fusionaran Atlanta con Argentinos Juniors en un solo equipo y que hicieran lo mismo Lanús con Talleres de Remedios de Escalada, quienes animaban por aquellos años uno de los clásicos del sur bonaerense.
Encima, como quedaron 14 participantes, el campeonato se jugó en tres ruedas porque era demasiado corto. La fusión Atlanta-Argentinos se disolvió en la fecha 26 y los de La Paternal siguieron participando. Como las uniones forzadas terminaron mal, para 1935 regresaron los 18 clubes, ya que también se les permitió volver a Tigre y a Quilmes.
Los ascensos y descensos se iniciaron al finalizar 1937. Les tocó bajar a Argentinos Juniors y a Quilmes, llegando Almagro a la Primera A, tras jugar en ella hasta 1930, cuando no pudo entrar en el selecto grupo de 18 que formó la Liga Profesional. Siguió así hasta 1967, que cambió de manera radical la absoluta hegemonía del fútbol porteño-bonaerense para crear el Metropolitano y el Nacional, dividiendo la temporada en dos torneos, el segundo con la lenta pero creciente participación de equipos del interior del país.
Antes, algunos detalles de esos años supuestamente tranquilos y sin decisiones que los dejaran a todos con la sensación de asombro o sorpresa o alivio o indignación. En 1940, Argentinos Juniors ganó el torneo de Primera B pero no pudo ascender a Primera. El cuadro de La Paternal, que había inaugurado su nueva cancha en la primera fecha de aquel torneo, llegó primero con un escaso punto de ventaja sobre Acassuso. Los azules del Norte fueron la grata revelación de aquella Primera B y cumpliría la mejor campaña de su historia, al sumar 48 puntos, uno menos que el Bicho, al que vencieron por 3-1 faltando seis fechas para el final. La AFA –que fue creada en noviembre de 1934- determinó que Argentinos no podía ascender porque su cancha no reunía las condiciones necesarias para jugar en Primera A y tampoco le permitió a Acassuso reclamar el lugar de ascenso, porque no tenía estadio propio.
Tres años antes, Almagro ascendió coronándose en su cancha de Parque Chas, pero perdió el terreno cuando se amplió el pintoresco barrio de las calles circulares. Jugó todo 1938 sin campo propio y no pasó nada. En 1939, se decidió invitar a los dos poderosos clubes rosarinos (Newell’s y Rosario Central) a jugar en Primera A. Directamente. Protestaron desde la capital de Santa Fe y para 1940 llegó Unión a la Primera B. Más reclamos de otros clubes que querían integrarse a la liga porteña generó que llegaran Central Córdoba de Rosario (1943), Tiro Federal y Argentino de Rosario (1944) y finalmente Colón de Santa Fe (1948). Para 1952, también apareció Sarmiento de Junín en la Primera B, gracias a una decisión política vinculada al lugar natal de Eva Perón, que fallecería justamente ese año.
Descensos y ascensos directos sin problemas en los años 40, con uno pequeño o enorme (depende cómo se lo lea) ocurrido en 1948. Esa temporada se desarrolló una larga huelga de los futbolistas, que abarcó Primera A y Primera B. Las últimas cinco fechas del campeonato principal se jugaron con los juveniles de los clubes. Racing perdió la punta y finalmente el título fue para los pibes de Independiente. Racing buscaba ganar un torneo que no conseguía desde 1925.
En la vieja Primera B, el torneo se jugó en dos zonas de once clubes cada una, con una rueda final por el ascenso y otra para no bajar a Primera C. Cuando se desarrollaban siete fechas de la ronda decisiva, empezó la huelga y la AFA suspendió el torneo. El líder era Argentinos Juniors, seguido de Atlanta y de Tiro Federal. Sin embargo, la dirigencia determinó que Atlanta y Ferro Carril Oeste –los descendidos de 1946 y 1947- volvieran a Primera A y el insólito argumento fue que “como fueron los últimos que bajaron a la B tienen que volver a la A…”
El campeonato de primera se siguió jugando al mismo sistema –todos contra todos en partido y revancha- hasta 1967, con la introducción del promedio a partir de 1957 y el inicio de un camino original, bien argentino, por entonces único en el mundo. Entre 1963 y 1966 se anularon los descensos, con el detalle de que las decisiones se tomaron en las últimas fechas de cada año. Así se salvaron Estudiantes de La Plata, Newell’s (que ganó un único partido en el torneo de 1964 y volvió a la A tras la anulación de su ascenso en 1961 por incentivación, acordó suspender su juicio a la AFA y retirar la demanda para regresar por la ventana en 1964), Chacarita Juniors y Quilmes.
El sistema de Metropolitano y Nacional se mantuvo entre 1967 y 1985, con algunos años en los que los campeones de Primera B no ascendían sino que debían jugar un Reclasificación para repetir su proeza de ganar el torneo. Nueva suspensión de los descensos en 1973, 1974 y 1975, por presiones políticas y nuevas burlas al reglamento.
En los ochenta, dos mazazos al poder histórico de los clubes grandes: los descensos de San Lorenzo (1981) y Racing (1983) aceleraron el regreso de los promedios, primero con el promedio de dos temporadas y finalmente tres. Luego, llegaron las Promociones para ayudar un poco más a que el equipo de Primera no retrocediese aunque hubo varias sorpresas. Finalmente, los torneos de una sola rueda desde 1990, para permitir que Racing (desde 1966), San Lorenzo (desde 1974) y Boca (desde 1981) ganaran su correspondiente torneo local. Más tarde pasaron de Apertura y Clausura a Final e Inicial y a partir de 2014, cambió la historia con el ascenso de diez equipos y 30 en Primera A. La creación de la pomposa Superliga con cuatro ascensos para los siguiente cuatro años, que se redujeron a tres en 2018/19 y parece que a dos para 2019/2020. Ah, y con el mágico regreso de la Promoción, eliminada hace siete temporadas. ¿Final de los cambios? Jaja.
Nota: 442 Perfil.com