Para febrero de 1962, ya se estaba entrenando en River. Su exitoso paso por Atlanta había quedado atrás, pero los 50 goles en 67 partidos oficiales con la camiseta azul y amarilla en gruesas rayas verticales lo hicieron conocido y respetado. Faltaba probarse en un club grande, poderoso, con árbitros y periodismo a favor. Luis Artime llegó a River y muy pronto se encontró con un compañero que su apoyo siempre, dentro y fuera de la cancha. Sobre el césped era inteligente, habilidoso, creativo, su mejor asistidor. Afuera era lo mismo y mucho más. Se llamaba Ermindo Onega y fue su gran ladero en las tardes millonarias.
Artime debutó el 25 de mayo de 1962 en la cancha de Estudiantes, en La Plata. River se impuso 3-1 y todos los goles fueron en el segundo tiempo. «El diente» como ya lo apodaban, hizo el primero tras gambetear al zaguero Gutiérrez y decoró el resultado final cuando faltaban segundos y River paladeaba la victoria, con un derechazo a media altura tras una habilitación de Martín Pando que no pudo detener el arquero Oleynicky. Tuvo que esperar siete partidos para volver a convertir, cuando derrotó a Manuel Ovejero, el arquero de Argentinos Juniors en el triunfo por 2-0.
Tres goles a Quilmes, dos a Boca en el triunfo 3-1 en el Monumental, triplete a Racing en el asombroso 6-2 en Avellaneda y 3 en el 4-1 a Independiente en la fecha siguiente, como local. La capacidad goleadora no se enfrió más y Artime terminó como máximo goleador del torneo, con 25 goles en 26 partidos jugados. Esta vez, por encima del artillero azulgrana, José Sanfilippo.
Para 1963 se mantuvo la pólvora intacta y Artime se despachó con 24 goles en 23 partidos jugados, siete por encima de su escolta, el delantero pincharrata Pedro Prospitti. River volvió a ser escolta como en 1962, aquella vez de Boca, ahora de Independiente. El goleador le hizo cuatro a Argentinos Juniors en la victoria 5-0 en Atlanta, cinco goles a Racing (el club de su corazón) en dos partidos y tres a Rosario Central y a Gimnasia. En 1964 redujo el goleo, pero fue cuestión de todos los equipos, no solamente suya. Metió 15 tantos en 24 participaciones y escoltó a Héctor Veira, el talentoso zurdo del Ciclón, que marcó 17. En cambio, el nuevo entrenador de River para 1965, el italiano Renato Cesarini, lo fue alejando de la titularidad porque confió en Juan Carlos Lallana, delantero de pasado en Lanús y en Newell’s.
Artime jugó muy poco: apenas 7 partidos y 4 goles conquistados, a Boca, Racing y dos veces a Vélez. Fue su despedida con la camiseta riverplatense. Algunos creían que una lesión que lo tenía a mal traer lo iba a marginar definitivamente del fútbol y otros no imaginaban que podía recuperar su olfato goleador. Conclusión: ciclo terminado en River y una marca que queda en el recuerdo de los hinchas, aunque no haya podido ser campeón. Artime hizo 68 goles en 80 partidos oficiales.
Aprovechando la oferta, la dirigencia de Independiente lo buscó, lo encontró y lo contrató. Debutó el 6 de marzo de 1966 en el Gasómetro con victoria roja ante San Lorenzo por 1-0 y en la segunda fecha anotó su primera conquista, rematando un preciso tiro de emboquillada que sorprendió al arquero Miguelucci, de Argentinos. Tres goles a Quilmes, dos a Banfield, un tanto a su viejo equipo River Plate y doblete contra el campeón Racing mostraron su increíble efectividad.
Así llegó al final del torneo con 23 goles en 30 partidos, siendo el máximo anotador del año, superando por cinco tantos a Héctor Veira y a Jaime Martinoli, el puntero derecho de Racing. La curiosidad es que en 1966 hizo el único gol de penal de su carrera. Se lo marcó a Piazza, arquero de Ferro, el 14 de agosto en Caballito. Después erró otro penal, cuando el arquero quilmeño Casco se lo detuvo. Antes y después, nunca más con eso de los penales. Por si faltaba algo, aquel 1966 fue el año de su consagración como centrodelantero argentino, ya que en la Copa del Mundo de Inglaterra, hizo tres de los cuatro goles albicelestes: dos a España en la festejada victoria por 2-1 y uno de los tantos a los esforzados suizos, en el 2-0 final. El otro tanto lo hizo su compadre Ermindo Onega.
A Luis Artime le faltaba algo. Ganar un campeonato con sus goles. No pudo hacerlo en el Metropolitano, porque Racing eliminó a su clásico rival en la semifinal, pero lo consiguió en el Nacional y de yapa, con el título de goleador del torneo. Artime completó una buena temporada con 34 presencias y 21 goles. Los últimos once los marcó en el Nacional, que Independiente ganó con un andar arrasador solamente frenado por San Lorenzo, que le quitó el invicto y le provocó su única caída en el Gasómetro. Bajo la sabia conducción del entrenador brasileño Oswaldo Brandao, el Rojo de Avellaneda recuperó brillo y armó una delantera mortífera con la presencia estelar de Artime, su carta de gol más importante, pero desde septiembre de 1967 acompañado por un juvenil que había llegado del modesto club Piraña, de la categoría más chica del fútbol metropolitano.
Era Héctor Casimiro Yazalde, que debutó en la tercera fecha contra Platense (victoria roja 2-1 en Núñez) e hizo el gol del triunfo. Quien poco tiempo después sería ídolo en Lisboa (Portugal) se afirmó en el ataque rojo y con el aporte de los punteros -Raúl Bernao por la derecha y Aníbal Tarabini por la izquierda- construyeron una delantera realmente temible. Entre Artime (11) y Yazalde (10) hicieron el 50% de los goles del campeón. El 17 de diciembre, Independiente festejó el título goleando 4-0 a Racing, que llegó como Campeón del Mundo, porque había vencido el mes anterior al durísimo Celtic de Glasgow, en Montevideo. Hubo aplausos masivos para la Academia, propios de otros tiempos. En el partido, el Rojo no tuvo piedad y Luis Artime hizo dos de los cuatro goles. Una vez más, al club del que siempre fue hincha.
En 1968, la historia fue muy corta. Jugó los ocho primeros partidos del Metropolitano (le hizo un único gol, a Los Andes) y se produjo la transferencia al Palmeiras brasileño. Artime no lo sabía, pero jugó su último partido en el fútbol argentino el 21 de abril, cuando su cuadro perdió 2-1, de local, contra River Plate. Al irse, dejó su sello: dos veces goleador del torneo (1966 y Nacional de 1967), una vez campeón en aquel Nacional y el registro para los estadígrafos: 45 goles en 72 partidos.
El ciclo de Luis Artime en el fútbol argentino llegó a su final, con cifras impactantes: 165 goles oficiales en 219 partidos, repartidos entre Atlanta (50), River (70) e Independiente (45). Un solitario gol de penal y ninguno de tiro libre.
Con la Selección Argentina, la campaña de Artime fue parecida: jugó 25 partidos e hizo 24 goles. Lo convocaron por primera vez en 1961 cuando jugaba para Atlanta y luego formó parte todos los años del plantel hasta fines de 1967. Quedó dicho, hizo 3 de los 4 goles argentinos en el mundial de Inglaterra e integró el equipo que ganó la Copa de las Naciones en Brasil, 1964. El país que más lo sufrió fue Paraguay, al que le marcó 10 goles en 8 partidos.
Asesino del arco contrario, gran cabeceador, rey del pique corto, valiente y corajudo, los números quedaron marcados a fuego en la historia. Tuvo 0,75 de promedio de gol por partido. No más palabras.