Los técnicos cargan con todas las culpas. Si los resultados positivos no se producen, son muy rápidamente insultados, burlados, considerados inútiles como si el fútbol fuera una competencia deportiva donde no existe perder y a veces, ni siquiera se pueda empatar. Todos hablan con el resultado puesto y la variación en el ánimo del hincha está relacionada directamente con cómo salió su equipo el fin de semana.
Así, la Copa que agrupa a los 26 equipos que la juegan, tiene a entrenadores intocables como Marcelo Gallardo en River, a Juan Manuel Llop que consiguió el regreso con Platense tras veintidós años de espera y también a Ricardo Zielinski, que levantó un equipo muy caído como Estudiantes de La Plata y provocó sensación al ganarle a River en su debut.
Hay un grupo de técnicos que tienen credenciales y las están mostrando bien alto: Mauricio Pellegrino en Vélez, Eduardo Domínguez en Colón, el regreso de Gustavo Coleoni en el ferroviario santiagueño y quizá la vuelta de Seba Becaccece a Defensa y Justicia, que está dulce.
En cambio, son todos sapos y culebras para Juan Antonio Pizzi en Racing –ya lo criticaban duramente tras la primera caída contra Banfield- y para Diego Dabove, que abandonó el buen trabajo que hacía en Argentinos Juniors y se metió en el microclima sanlorencista, que no hoy un termómetro favorable para la concordia y los objetivos grandes.
Al mismo tiempo, los hinchas del Bicho de Paternal están en llamas: llegaron a jugar la Copa Libertadores con el impulso de Dabove y sus esquemas, no rescataron ni un punto en el pequeño ciclo de Gabriel Milito, con características en el juego muy distintas a las de su predecesor. Las dudas en el pueblo de Independiente se mantienen, más allá de dos victorias sufridas y mínimas. Poco fútbol, mucha cautela defensiva, poca potencia adelante. ¿Seguirá el crédito abierto para Julio Falcioni?
Todas son flores para Javier Sanguinetti en Banfield (muchos chicos de la casa y una final en la Copa Maradona) lo ponen a salvo de críticas. Quizá lo mismo pase con Mariano Messera, que ha mostrado uñas y capacidades dirigiendo al Lobo en corto tiempo, quizá con el Kily González que hace lo que puede con un plantel muy joven pero promisorio. Y ni qué hablar del muy buen inicio de Fernando Gago en Aldosivi: necesitó dos o tres partidos para poner en línea a sus jugadores y dotarlos de aire fresco. Toques de primera, ambición por ganar, intentos distintos al cuadro timorato que conocimos últimamente en Mar del Plata.
Miguel Ángel Russo está lidiando con un equipo que no recuperó su poderío y su cantidad de variantes, que las tiene y son muchísimas. El papelón en Santos por la Copa, una serie de partidos que no dejaron nada y el juego aburrido y poco profundo tienen como contrapeso un par de lesionados importantes y la ausencia sentida de Tevez. ¿Mejorará Boca? Si no lo puede hacer con el plantel que tiene, los hinchas acusarán al entrenador. Es tan fácil hacerlo…
Dudas compartidas en Huracán con Israel Damonte, en Unión con el vasco Azconzábal, en Lanús con Zubeldía (suma más puntos de los que merece), en Arsenal con Rondina (le pasa lo opuesto, juega aceptablemente pero no suma) y están en transición Talleres, Newell’s, Atlético Tucumán, hace esfuerzos el Gallego Méndez para enderezar el barco de Godoy Cruz. Por Sarmiento hay ilusión y por Patronato esperan un milagro.
En suma, los técnicos hacen lo que pueden. Planteles repletos de juveniles, esquemas que demuestran la ausencia de cracks. Mucha ayuda dentro del campo para que los más dúctiles no sean los que tienen que hacer todo. El hincha duda, se enoja y desconfía. Sabe que puede ocurrir cualquier resultado. Que las esperanzas son módicas, porque los nombres vienen y van. Debutan, ilusionan y capaz que se van a Bélgica o a Bielorrusia con cinco partidos en el lomo.
Fútbol argentino. Pasión muy por encima de lo que pasa adentro de la cancha. De lo que se ofrece. Pero siempre, la culpa es de los entrenadores. Menudo problema.