Es verdad aunque usted no lo crea. Para 1948, Newell’s Old Boys –que jugaba su décima temporada como invitado en la Primera A- presentó entre sus nuevos jugadores a tres futbolistas escoceses: Stewart MacCallum, delantero del Hearts de Edimburgo era el que traía más fama, con sus compatriotas Donald McDonald, un puntero del Kilmarnock y el interior derecho John Kilpatrick, proveniente del Morton. Si bien el fútbol escocés no gozaba de prestigio por aquellos años, la aventura fue protagonizada por Manuel González, representante rojinegro ante la AFA y uno de los dirigentes que viajó a Gran Bretaña para contratar a los nuevos árbitros de ese origen, que debían hacerse cargo de ser los jueces del campeonato argentino.
Las enormes sospechas de corrupción, la intolerancia con los fallos de los jueces y la violencia que se propagaba ante determinadas sanciones hicieron que la AFA y el Gobierno Nacional buscara en otro país lo que no podía conseguir en el propio: un estricto sentido de justicia, sin privilegiar a los poderosos por encima de los equipos más pequeños. Así, desembarcaron una decena de jueces que le dieron una característica particular al torneo. De pronto, ya no eran favorecidos los mismos de siempre. Las posiciones en la tabla comenzaron a cambiar y mucho contribuyeron los árbitros británicos, que además promovieron el establecimiento de los números en las camisetas, para identificar mejor a los jugadores.
Lo cierto es que los tres escoceses fueron un fiasco. El 27 de junio de 1948, en el Parque rosarino debutaron los tres extranjeros y no pudo ser peor. Newell’s cayó como local ante Gimnasia por 2-1 y las actuaciones no llegaron ni siquiera a un rendimiento aceptable. Apenas el wing izquierdo MacCallum pudo jugar dos partidos más, en el empate ante Lanús y la victoria sobre Banfield. Con tres partidos encima, el puntero escocés fue lo mejorcito del trío, ya que sus dos compatriotas no hicieron más que mejorar su forma física en los entrenamientos, pero no se pudieron nunca más poner la camiseta rojinegra. Eso sí, la ropa ya era numerada, pero los escoceses se volvieron en un largo viaje por barco hacia su país.