Crecimos con frases hechas, con palabras que muchas veces tenían una consistencia perpetua, que aunque nos parecieran en algunos casos una oración equivocada las respetábamos. Refranes, moralejas, algún pensamiento de nuestros viejos o de nuestros abuelos. En el fútbol hay exceso de palabras, explicaciones hasta el infinito de acuerdo a cómo haya sido el partido, el resultado, el desarrollo.
Hace años que Carlos Bilardo y que Diego Simeone repiten el mismo grupo de palabras y los hechos han demostrado que el fútbol siempre tiene anticuerpos o en todo caso se encarga de demostrar, a través de la realidad, que las cosas no son tan así.
La terrible pandemia que nos tiene encerrados permitió que los distintos medios destinaran muchas horas a rememorar la Copa del Mundo de 1990, cumplidos los 30 años de su realización. La Argentina fue subcampeona, perdiendo la final ante Alemania Federal, que fue muy superior y le ganó con justicia a un equipo diezmado por ausencias y lesiones.
El equipo de Bilardo hizo lo que pudo, se clasificó con susto y padeció ante Brasil y Yugoslavia, pero hizo su mejor partido contra Italia, logrando el altísimo mérito de eliminarlo en semifinales. Fue por penales, es cierto, pero el rendimiento de la Argentina aquella noche en Nápoles nos reencontró con los mejores momentos.
Jugar la final fue un premio para ese grupo de jugadores y para el entrenador. Con Maradona seriamente lesionado, se hizo lo que se pudo. Y todos nos acordamos de lo que pasó. Sirvió para ser finalistas, subcampeones, como en 1930 cuando medio equipo jugó amenazado de muerte por villanos uruguayos y en 2014, cuando por la falta de puntería de nuestros delanteros (léase Higuain, Messi, Palacio, Agüero) nos privó de ganar el título.
Bilardo se equivocó y siempre lo supo. Muchas veces se ponderó ser segundos o subcampeones. La misma soberbia expresó Carlos Bianchi cuando despreció el segundo lugar que había obtenido Boca en la Copa Libertadores rechazando las medallas que consiguieron. Idéntica situación puso muy incómodo a Diego Simeone cuando no pudo ganar un par de torneos con su durísimo Atlético de Madrid.
Quizá la bravata del Cholo se entienda un poco más, porque sabemos todos que el fútbol español fue construido para que dos clubes superpoderosos se repartan todos los títulos y algo más, si fuese necesario. La sensación de impotencia tiene que ver mucho más con eso, que con el segundo lugar o el tercero, algo que los hinchas del Atlético valoran intensamente porque conocen perfectamente el funcionamiento de un torneo hecho a la medida del Real Madrid y del Barcelona.
Por lo tanto, nadie tiene la verdad definitiva. Siempre se puede cambiar y hacer un esfuerzo por entender que determinado tipo de arengas son injustas y al mismo tiempo inútiles. Es hora de reconocer que hay frases que merecen ser olvidadas y dar lugar a otros conceptos más justos, más solidarios, más sensatos y menos tremendistas.