El Vasco Lángara, un ídolo de San Lorenzo, le convierte a Boca. / Foto: El Gráfico
La historia del delantero que encontró refugio en San Lorenzo tras la Guerra Civil Española y se convirtió en ídolo. Fue odiado por Franco, Mussolini y Hitler.
Tenía 27 años cuando llegó al puerto de Buenos Aires desde tierras mexicanas. El final de la Guerra Civil Española lo sorprendió integrando el seleccionado de Euzkadi, el País Vasco, que cumplía la parte final de una gira larguísima que empezó en la convulsionada Europa y siguió en tierras americanas, buscando ayudar a la República Española en su terrible lucha contra el fascismo español que encarnaba Francisco Franco.
Isidro Lángara había nacido muy cerca de Donostia, el nombre vasco de San Sebastián. Arrancó muy joven y pronto todos se dieron cuenta de sus habilidades como futbolista, a partir de un físico imponente y un remate fortísimo. Fichó por Esperanza, luego Tolosa y a los 18 años, se lo llevó Oviedo, el cuadro asturiano de camiseta azul. Debutó en 1930 y cuando cumplía su tercera temporada allí, en la segunda división española, lo convocaron a jugar para la Selección. En 1933 ascendió con su equipo y fue tres veces seguidas el goleador del campeonato.
Fue titular de España en la Copa del Mundo de 1934. Le metió dos goles a Brasil y fue molido a patadas por los italianos en el choque por cuartos de final. Lesionado, no pudo jugar el desempate que fue, obviamente, ganado por los hombres que Mussolini había amenazado con el oprobio si no ganaban el torneo. Cuando los fascistas lanzaron su proclama contra la República, estaba de vacaciones en su región natal.
Acusado de reprimir a los obreros asturianos durante su servicio militar, fue indultado y pasó a colaborar con la República asediada. En 1937 se incorporó al seleccionado de Euzkadi y salieron de gira. Jugaron y asombraron en distintos países, hasta que el 1° de abril de 1939 el franquismo dio por terminada la guerra, iniciando su nefasto ciclo político-militar. Ni él ni sus compañeros quisieron volver a una España destruida y vengativa para quienes no se pasaron al bando vencedor.
Para ese momento, ya se había ganado el odio de los dictadores. Mussolini porque casi le arruina a Italia la Copa del Mundo de 1934 y lo sacaron a patadas del partido. Franco porque se anotó en el seleccionado de Euzkadi para recorrer el mundo defendiendo los valores republicanos y Hitler porque en un amistoso entre Alemania y España en 1935, le hizo dos goles a los germanos en la cara del más horrible de los asesinos.
Tras jugar el torneo mexicano con el Deportivo Euzkadi, su compañero Ángel Zubieta lo convenció de venir a Buenos Aires. Llegó a mediados de mayo de 1939 y se presentó ante sus flamantes compañeros en San Lorenzo de Almagro. El equipo venía mal, con apenas dos éxitos en nueve fechas. Había escepticismo, poca confianza en el fornido vasco que era anunciado como la gran novedad. La fecha señalada para el debut fue el 21 de mayo de 1939 y en el Gasómetro. El rival era River Plate, que por el contrario, había perdido apenas dos veces, con seis victorias y un empate.
Tardó siete minutos en llamar la atención. Tiro libre ejecutado por Bartolomé Colombo y cabezazo potente, a media altura, para vencer al arquero uruguayo Besuzzo. El popular Carlos Peucelle empataría a los 13 minutos de la misma forma, pero Isidro Lángara, dos minutos después, lo pondría al Ciclón en ventaja tras empalmar un centro de Ballesteros. A los 21 casi rompe el arco millonario al conectar un pase de Taquito Beristain, el wing izquierdo. La gente ya deliraba y no entendía de dónde había salido semejante goleador. Faltaba algo más.
A los 35, Lángara vio que el arquero Besuzzo dudaba en salir, que el zaguero Cuello no rechazaba, saltó y con la punta del botín derecho empujó la pelota al arco de River. Fue 4-1 en 35 minutos y con los cuatro goles del mismo jugador. Quedaría en la historia grande del fútbol criollo. Vasco, debutante, cuatro goles a River en 35 minutos. El partido acabó 4-2, pero la pregunta que algunos se hacían era si Lángara era una golondrina de verano o lo suyo podía seguir adelante.
El formidable delantero jugó todos los partidos hasta el final del torneo, que fueron 25. Metió 34 goles y escoltó al tremendo Arsenio Erico. Para 1940, Lángara compartiría el primer lugar entre los máximos anotadores junto con Delfin Benítez Cáceres, con 33 goles en 34 partidos. En 1941 haría 24 goles en 30 partidos, quedando 1942 con 15 goles en 27 presencias y cerrando su ciclo para 1943, con 4 goles en 5 encuentros.
En suma: jugó 121 partidos oficiales y metió 110 goles. Lo tentaron de México, ya había cumplido los 31 años y decidió volver a la tierra azteca. Se fue de Buenos Aires querido por todos, envidiado por muchos y dijo que regresaría. Haría 95 goles más en el torneo mexicano, jugando para el Real Club España. Puso fin a su exilio en 1946 y volvió a su tierra, tan castigada por la represión franquista, a su querido Oviedo. Se retiró en 1948 y decidió retornar a México, porque no era la España donde quería vivir.
San Lorenzo lo esperó con los brazos abiertos y allí fue, como director técnico en la temporada de 1955, pero no le fue tan bien como en sus tiempos de centrodelantero y goleador. Nunca fue campeón con el Ciclón, pero marcó una época y dejó un recuerdo imborrable. Esta semana se cumplieron los 79 años de su irrupción en el fútbol argentino y la memoria hay que ejercitarla con semejante futbolista. Isidro Lángara, vasco, goleador y antifascista.
Nota: 442 Perfil.com