Hay una vieja frase popular que resume la suerte de los afortunados y de los que no lo son. Es una sentencia simple, pero que sirve para explicar lo que tuvieron que sufrir algunos clubes en diferentes momentos de su existencia y paralelamente, lo que recibieron otras entidades casi sin proponérselo. Esa frase dice que “mientras a algunos la vida les sonríe, a otros se les ríe a carcajadas.”
¿Quién podía pensar que por renunciar a jugar un torneo, Estudiantil Porteño se apartaría definitivamente del fútbol argentino? ¿Qué hincha de Banfield supondría que salvarse del descenso a tercera categoría sería la antesala de la aparición en primera división? Seguramente nadie, ni unos ni otros.
Cuando finalizó el torneo de segunda división que ganó Argentino de Quilmes en 1938, Banfield ocupó el último puesto. Una pésima campaña lo hizo llegar en el puesto más bajo de la tabla, con 19 puntos cosechados en 30 fechas, tres por detrás de Estudiantes de Buenos Aires, que también retrocedió a la tercera división. Todavía no era “el taladro” el equipo se fue al descenso acumulando derrotas, adentro y afuera de la cancha. Según el libro oficial del club –escrito por el periodista Pedro Uzquiza– eran apenas 232 los socios que pagaban y el amateurismo cobraba fuerza nuevamente ante la debacle deportiva.
Sin embargo, los dirigentes de Estudiantil Porteño -el cuadro de Ramos Mejía de larga campaña en el fútbol argentino- resolvieron desafiliarse luego de una participación de treinta y siete años. De inmediato los dirigentes banfileños encabezados por Florencio Sola, el popular Lencho cuyo nombre lleva el estadio actual, se movilizaron para pedir ocupar la plaza que dejaba vacante Estudiantil Porteño.
El 30 de marzo de 1939, el Consejo Directivo de la AFA aprobó la reincorporación de Estudiantes de Buenos Aires, que había finalizado penúltimo en el campeonato de segunda división. Enseguida hizo lo mismo que Banfield, conforme a los antecedentes de la entidad del sur, que había hecho buenas campañas en el amateurismo y contaba con “instalaciones de primer orden” como constó en la resolución. En resumen, de un descenso directo a la tercera división y la casi desaparición deportiva, a tener una nueva chance para buscar el ascenso a primera.
Buscando darle mayor interés y atractivo al principal torneo de ascenso, la AFA resolvió que a los diecisiete equipos participantes (se sumaron Almagro y Talleres de Remedios de Escalada, descendidos de la A y Los Andes, campeón de tercera) se agregaran las reservas de los equipos de primera división. Fue un campeonato extenuante donde ya existía ese afán tan argentino de complicar las tablas de posiciones con experimentos ridículos: había dos. Una era la básica de todos contra todos, que realmente no servía para nada. La otra era únicamente con los partidos entre los equipos de segunda división y en ella, los seis primeros jugarían un hexagonal para definir el ascenso a primera.
El torneo terminó el 2 de diciembre y para luchar por el único premio real se clasificaron Banfield, All Boys, Barracas Central, Sportivo Dock Sud, Temperley y Defensores de Belgrano. En la primera jornada del 16 de diciembre, Banfield obtuvo un dificultoso triunfo ante Barracas Central por 3-2, con goles de Cerro, Samaniego y Echauz. Tres días más tarde, los dirigentes del cuadro barraqueño presentaron una denuncia ante el Tribunal de Penas de la AFA explicando que habían ocurrido anormalidades antes del partido contra Banfield y durante el encuentro.
Mientras se iniciaba la investigación, Banfield le ganó 4-3 a All Boys y luego despachó a Temperley por 2-0. En esos días fueron citados a declarar jugadores y dirigentes de ambos clubes así como el árbitro del partido, el conocido José Bartolomé Macías. Los futbolistas Valle, Figueiras, Sosa, Villanueva y Speridioni, todos de Barracas Central declararon en el Tribunal de Penas el 2 de enero de 1940 y también lo hizo el gerente de Banfield, Alberto Torraca.
Al día siguiente, un mediocampista de Temperley fue separado del equipo y se le rescindió su contrato por su actuación irregular en el partido del domingo 31 de diciembre contra Banfield. El 7 de enero, el equipo ganó el hexagonal al vencer por 5-2 a Sportivo Dock Sud y sacar una ventaja decisiva sobre All Boys y Barracas Central.
¿La investigación comprobaría el supuesto soborno a jugadores de Barracas Central? ¿Le quitarían el ascenso a Banfield? El 18 de enero de 1940, la resolución del Tribunal de Penas de AFA determinó que “se suspende por un mes al club Banfield. Se inhabilita por tiempo indeterminado al Sr. Alberto Torraca para desempeñar cargos directivos o rentados en clubes afiliados directamente o indirectamente a la AFA. Se amonesta al club Barracas Central y se pasa este expediente al Consejo Directivo para que, si lo estima conveniente, incorpore al reglamento una disposición que castigue con una pena específica los hechos investigados.”
Pero la sanción no había quedado firme y allegados al club del sur comenzaron a moverse para impedir la anulación del ascenso. En un contundente editorial del 1° de febrero de 1940, el diario El Mundo sostuvo que “el problema de los sobornos no es nuevo. Puede ya considerársele un problema crónico. Por eso, los aficionados han dejado de creer en la legalidad de no pocas victorias. Por eso, también, se duda de los triunfos mejor conquistados. ¿Causas? La falta de carácter para decir la verdad respecto a las acusaciones que se formulaban año tras año (…) Continuamos viendo cómo al término de cada temporada, obsesiona al pueblo la sospecha de la entrega o de la venta de un jugador. (…) Por este camino, nuestro fútbol marcha trágicamente hacia su absoluta declinación moral. Y cuando esa declinación sea completa, ya no será posible devolverles a los aficionados la fe perdida…”
El 29 de febrero de 1940, el Consejo Directivo de la AFA revocó la sanción a Banfield y determinó su ascenso a primera división. Se había cometido un delito y se lo había comprobado, pero se convalidó lo actuado por los dirigentes de Banfield. Fueron dos clubes solamente los que no quisieron aprobar la vergüenza. Los representantes de San Lorenzo y de Lanús votaron en contra y Banfield contó con 27 clubes a favor, frente a los solitarios dos de oposición y dos abstenciones.
Estaba por iniciarse uno de los torneos más corruptos en la historia del fútbol argentino, el de 1940. Para compensar el disparate, la AFA resolvió no permitirle jugar a Banfield durante los primeros cinco encuentros del campeonato de Primera A de ese año, con lo que ganaron puntos Newell’s, Vélez, Huracán, Boca y Lanús. El club albiverde, que militaba por primera vez en el profesionalismo en la A, aprovechó para reforzarse sabiamente y debutó con un espectacular triunfo por 7-3 sobre Atlanta.
Encadenó varias victorias y ya al terminar la primera rueda quedó ubicado con 14 puntos, tres por delante de Lanús y de Tigre y a seis de distancia de Atlanta, en una temporada que tenía dos descensos fijados. Banfield remodeló su estadio y lo reinauguró el 6 de octubre de 1940, cayendo ante Independiente por 1-0. El cuadro albiverde mantuvo su regularidad y pudo zafar del descenso con comodidad, al terminar cuatro puntos por arriba de Vélez, que retrocedió de categoría por única vez en su rica historia.
Fuente: Historias Negras del Fútbol Argentino (de mi autoría)