El 22 de mayo de 1938 se jugó la sexta fecha del campeonato. Platense recibió a Racing en su cancha de Núñez, situada en Manuela Pedraza y Crámer, donde jugó entre 1917 y 1971. Allí llegó la Academia, que venía entonada por su triunfo 3-2 sobre Boca. Una multitud abarrotó el estadio y provocó la mayor recaudación de la jornada, con 14.958 pesos, casi mil pesos más que Huracán-Boca en Parque Patricios. La foto de Platense corresponde a esa tarde espectacular.
El partido quedó en la historia grande de la emoción popular, porque pasó que no solamente hubo empate 5-5, sino porque Racing ganaba 4-0 al finalizar el primer tiempo. El grandote Evaristo Barrera -máximo anotador de la Acadé en el profesionalismo- metió tres goles y el otro lo hizo Mateo Pont. Barrera definió un par de jugadas que armó el admirado Enrique Chueco García por el costado izquierdo de la cancha. El Chueco jugó todos los partidos entre 1936 y 1942 para Racing y fue un ídolo absoluto, tanto como lo era antes en Rosario Central.
Fueron a los vestuarios, Racing feliz con la goleada y molesto por la lesión del zaguero José González, que siguió jugando pero disminuido ya que en esos años no había cambios. Platense en llamas, con su gente muy molesta y los jugadores enojados con ellos mismos. En el segundo tiempo se produjo el milagro del Calamar. Descontó el juvenil Juan Prado, un gambeteador empedernido que se calzó once años seguidos la camiseta marrón y blanca, aprovechando un centro de Antonio Campilongo, gran wing derecho.
El morocho Adolfo Juárez hizo un gol pero el juez inglés Isaac Caswell se lo anuló. Insistió el delantero y clavó un derechazo cruzado que Capuano no pudo detener. El partido entró en la olla a presión, con el 2-4 como un resultado inestable. Faltaba un cuarto de hora cuando otro centro de Campilongo superó al arquero Capuano -pareció que el sol lo distrajo- y Máximo Fernández metió la zurda para poner el 3-4. Tensión en el estadio, con Platense buscando el empate. Lo consiguió el temperamental Cataldo Spitale, el eje medio local, que acertó un rechazo corto y metió una volea inatajable. Era el 4-4, el delirio local y el asombro visitante.
Siguió Platense atacando: minuto 36 del segundo tiempo, bombazo de Juárez que explota en el poste de Capuano y rebote que Juancito Prado deposita en la red. Era el 5-4, sofocones en las dos tribunas locales, gente enloquecida, griterío apabullante y silencio absoluto del otro lado. Platense cinco goles en veinticinco minutos y dio vuelta el partido.
Pero no estaba todo terminado. Vicente Zito, el gran entreala derecho surgido en Quilmes que brillaba en Racing, recibió un pase del Chueco García y clavó el empate con un derechazo que superó a Oscar Bermúdez. Era el 5-5 cuando faltaban siete minutos. Zito se plantó ante el público local y tomándose los testículos hizo gestos ampulosos, justo en una zona poblada de mujeres. Campilongo lo golpeó por la ofensa y el juez echó a la Bordadora, como lo apodaban a Zito. Final caliente, calentísimo, donde los hinchas de Platense ovacionaron al equipo y los de Racing al suyo porque pudieron salvar el punto al final. El partido quedó en la historia por el resultado, el cambio del marcador y una enorme capacidad ofensiva producida dentro del mejor año del fútbol argentino en cuanto a goles y goleadas. El añorado 1938.