Fue apasionante el campeonato de Primera B en 1983. Lo ganó Atlanta, con Juan Carlos Lorenzo como entrenador, regresando a Primera A después de cuatro temporadas. En segundo lugar llegó Tigre, a tres puntos de distancia. Con lo justo, Chacarita Juniors se clasificó para el octogonal, a diez puntos detrás de su enemigo histórico.
El cuadro de San Martín eliminó primero a Tigre por penales, tras igualar los dos juegos ante muchísimo público y en un decisivo choque en Victoria que terminó con grandes incidentes. Después, Chacarita superó al Deportivo Italiano y en la final por el segundo ascenso se topó con el ascendente Los Andes de Pedro Marchetta, que venía de dejar en el camino a Almirante Brown y a Quilmes. La primera final fue para Chaca por 2-0 en el estadio de River, con sendos goles del zurdo Fonseca Gómez.
El segundo partido terminó empatado en tres goles, pero tuvo una historia increíble y terminó de la peor manera. Empezó ganando el funebrero, lo dio vuelta Los Andes con goles de Cuellos y José Tiburcio Serrizuela y así se fueron al descanso del entretiempo. En la segunda parte apareció el habilidoso Enrique Borrelli con dos goles y puso arriba al equipo tricolor por 3-2, aunque rápidamente Serrizuela volvió a empatar. Los Andes dominó, jugó mejor, pero no pudo cambiar la historia. Chacarita ganó el octogonal y ascendió a Primera B, tras haber descendido en 1979.
Pero volvamos a la tarde calurosa de diciembre de 1983, ya con Raúl Alfonsín como presidente constitucional y democrático. Cuando faltaba un minuto para la finalización del tiempo reglamentario, el árbitro Carlos Coradina debió suspenderlo por los incidentes. Ante la seguridad de que el ascenso estaba concretado, un grueso grupo de la hinchada de Chacarita decidió treparse al alambrado e invadir la cancha.
Cuenta el diario La Nación que “la hinchada de Chacarita, que rápidamente copó el campo de juego, se dirigió a las tribunas ocupadas por la parcialidad de Los Andes y comenzó a gritar y arrojar todo tipo de proyectiles. Desde la tribuna local contestaron y así, durante largos minutos, se intercambiaron piedras y otros objetos ante la total pasividad de la policía, que no intervino para controlar la invasión de la cancha ni para tratar de parar la batalla desatada entre los hinchas ubicados en la tribuna y en el campo. Luego de que las cosas se calmaran algo se produjo la desconcentración parcial del estadio. La hinchada de Chacarita se dirigió al centro de Lomas de Zamora y a la estación del Ferrocarril Roca cometiendo todo tipo de desmanes en su recorrido.”
Una vez que los hinchas de Chacarita abandonaron el estadio, los violentos que se escondían en la tribuna local la emprendieron contra la policía y las piedras cayeron ahora sobre el campo de juego y los pasillos del estadio Eduardo Gallardón. Fueron varios los simpatizantes de Los Andes que habían alcanzado a invadir el campo y trenzarse mano a mano con hinchas visitantes, estilo Lejano Oeste. Inclusive, la policía bonaerense, en un comunicado oficial publicado por los distintos diarios expresó que “debió recurrirse a efectivos de la policía montada para contener a los elementos más exaltados dentro del campo de juego.” Sí, leyó bien, policías de a caballo adentro de la cancha. No jugaban ni el seleccionado del Gran Chaparral ni los vaqueros de Bonanza…
Hubo 27 detenidos, el micro que sacó al plantel de Chacarita lo hizo dos horas y media después de terminado el partido y llegó a la Capital Federal sin ningún vidrio sano. Como siempre o mejor expresado, como casi siempre, los dirigentes de los dos clubes se echaron la culpa mutuamente. Se puede leer en Clarín del jueves 29 de diciembre que el presidente de Los Andes, Alberto Jamardo señaló que “la sanción le debe doler a Chacarita, porque si no, esto no termina más. Parece que los dirigentes de Chacarita todavía no se enteraron que tienen una hinchada desastrosa.” La respuesta la dio el vicepresidente funebrero, Roberto Gómez Fernández al indicar también en Clarín que “los que empezaron todo fueron los hinchas de Los Andes. Yo no justifico la réplica de los nuestros, pero no se nos puede acusar gratuitamente…” Increíble, ¿no?
Chacarita ascendió y regresó a primera división. Sin embargo, la sanción le llegó igual. El miércoles 4 de enero de 1984, el Tribunal de Disciplina de AFA resolvió suspender por un mes al equipo, con la obligación de presentarse a jugar los partidos del torneo Nacional. Por ese lapso, además, se determinó impedirle lo que le correspondiera por venta de entradas y por el porcentaje del Prode.
Las vinculaciones de la temida barra brava de Chacarita con dirigentes políticos, había ganado la consideración de los grandes medios periodísticos al saberse de la participación de muchos de sus integrantes en la campaña electoral del candidato peronista, Italo Luder, quien secundado por el dirigente chaqueño Deolindo Bittel fue superado claramente por el postulante radical, Raúl Alfonsín.
En la investigación periodística del periodista Gustavo Veiga sobre la barra del cuadro de San Martín para su libro “Donde manda la patota”, se puede leer que “no importaba si el adversario era Los Andes en el ascenso ni tampoco los intimidaba la más numerosa de las hinchadas, la famosa Número Doce de Boca, sí –como ocurrió- llegaba a visitarlos un domingo de septiembre de 1984 para intentar copar un escenario inexpugnable: la vieja cancha de madera de Chaca. Esa tarde, rememoran los enfervorizados funebreros, consiguieron que retrocediera la mismísima barra boquense.” Continúa expresando Veiga que “la historia ya registraba que algunos personajes de la barra chacaritense seguían aportando su presencia intimidatorio en determinados eventos políticos. Así había ocurrido cuando el dirigente de Avellaneda, Herminio Iglesias, era nominado como candidato a gobernador bonaerense por el justicialismo. En esa ocasión, la avanzada de San Martín había estrechado vínculos con sus pares de Gimnasia y Esgrima La Plata. El objetivo que tenían era muy claro: darles una furiosa bienvenida a los peronistas renovadores que se encolumnaban detrás de Antonio Cafiero.”
El resumen de las tareas de un barra de aquel momento lo dio, en el mismo libro, Alberto Alfredo Apollonio, alias “Batata”, quien en una entrevista al semanario “Huella” de San Martín, expresó: “Aquí te marcan una vez y sonaste. Dejé de ser barrabrava de Chacarita en el año’83. Antes fue un tiempo donde aprendí de todo, conocía a los señores que nos usaban y además hice de todo. Pegué, rompí alambradas, incendié tribunas, estuve preso, etc, etc. También puedo hablar de las elecciones con carnet de socios muertos, de los dirigentes que hoy se ponen corbatas y quieren salir en las fotos como señores cuando ellos nos usaban y nosotros nos creíamos gardeles…”
Una larga presidencia del gremialista del peronismo conservador Luis Barrionuevo le permitió a los violentos mantenerse en el club hasta que una sucesión de incidentes muy graves fueron diezmando al grupo y disminuyendo su agresividad. Se sucedieron los incidentes con la hinchada de Boca Juniors y la historia amenaza con no haber terminado aun, a pesar del esfuerzo de muchos no violentos.
Del libro propio «Nuevas historias negras del fútbol argentino».