El campeonato de 1941 se inició el 30 de marzo con una modificación, ya que se había reducido de 18 a 16 el número de participantes. A los dos descensos de Chacarita y Vélez, se sumó el hecho de que Argentinos Juniors, campeón de segunda división, no pudo subir de categoría porque no reunía los requisitos exigidos para jugar los domingos. Esta situación no había sucedido ni con Almagro, ni con Argentino de Quilmes en las dos últimas temporadas. Incluso, Almagro no tenía cancha propia en 1938.
Muchos resultados sorpresivos se produjeron en las jornadas iniciales, al punto que en la cuarta fecha y por primera vez en los diez años de profesionalismo, Racing quedó como único puntero, tras golear a Boca por 4-1 en la Bombonera. Enseguida y causando asombro Tigre se incorporó al liderazgo de las posiciones cuando venció a Racing como visitante y le quitó el invicto en la octava fecha. Cumplidas nueve fechas, Huracán,
Newell’s Old Boys, Racing y San Lorenzo lideraban con 12 puntos, seguidos por Tigre e Independiente con 11 unidades. Banfield y Rosario Central marchaban últimos.
Justamente, en la décima jornada Banfield recibía a Tigre, la revelación del campeonato. El partido se disputó en la cancha sureña el 1° de junio y Tigre aplastó al dueño de casa, ganándole por 5-0 con dos goles de Raimundo Sandoval, uno de Tosoni y otras dos conquistas de Careri. Sin embargo, algo había ocurrido el día anterior y la historia negra abría otro capítulo.
El sábado 31 de mayo, el arquero tigrense José Monjo, denunció en la AFA un intento de soborno por parte de la gente de Banfield. La acusación del arquero fue recibida en la entidad madre del fútbol argentino y a Monjo se le pidió que jugara al día siguiente, para aumentar las posibilidades de detener a los autores del intento de soborno. Pero la situación fue conocida por la gente de Banfield y luego de la goleada, Monjo y sus compañeros gozaron de una protección especial a la hora de retirarse de la cancha banfileña.
El lunes 2, Monjo se presentó en la AFA y amplió la denuncia ante el Tribunal de Penas, explicando que allegados a Banfield le habían ofrecido mil pesos, de los cuales quinientos habían sido entregados a cuenta. Para demostrar la veracidad de la denuncia, Monjo le dio al Tribunal los quinientos pesos que había recibido. Banfield respondió con un comunicado el martes 3, explicando que la versión que había dado Monjo le producía indignación a la Comisión Directiva y que repudiaba el hecho por considerarlo atentatorio contra la moral y el prestigio del club.
Mientras tanto, los directivos banfileños juzgaron como sospechosa la actuación de Taglioretti, el arquero propio y lo suspendieron, al tiempo que lo multaron con 500 pesos. El jueves 5, el Tribunal de Penas iniciaba la investigación oficial del caso. La situación fue abordada por los medios nacionales. El diario La Nación señaló en su edición del mismo jueves que “otro episodio ingrato vincula a la práctica del deporte. Es necesario machacar en el viejo tema de las dos últimas temporadas y condenar en abstracto al responsable. Ya hace casi dos años que lo ocurrido entre Banfield y Barracas Central castigado con una tibieza perniciosa, puso en evidencia la necesidad de estudiar a fondo el difícil problema y extirpar de raíz tan peligroso vicio. Desde entonces, dilatan las comisiones el estudio de
una reglamentación capaz de poner coto a tan grave mal.”
A pesar de que la investigación avanzaba como podía, las continuas citaciones al arquero Monjo demostraban que algo andaba mal. O el futbolista se contradecía o eran los miembros del Tribunal quienes no terminaban de creer en su palabra. Monjo volvió el 10 de junio y lo hizo nuevamente el 18, junto con el entrenador de Banfield, Enrique Lupis. El 23 Monjo debía concurrir por cuarta vez a prestar testimonio, pero prefirió desistir y enviar una carta al Tribunal. Las cuentas no cerraban, las sospechas aumentaban y se diversificaban, pero la investigación seguía adelante.
El 26 de junio, el Tribunal de Penas dictó el fallo sobre el intento de soborno. En primer lugar decidió suspender a Banfield por 60 días, expulsar al arquero Monjo del registro de futbolistas de AFA y proceder a la inhabilitación permanente del entrenador de Banfield, Enrique Lupis. El club del sur tenía que jugar los partidos mientras durase el
período de suspensión, pero igualmente perdería los puntos. En suma, al término del torneo de 1941 se le descontarían 16 puntos y como adicional, se le prohibía jugar en su estadio, debiendo hacerlo en cancha neutral, donde no podría gozar del porcentaje de recaudación que le correspondía por encuentro.
A mucha gente no le quedaba claro por qué había sido expulsado José Monjo del fútbol profesional. Es que el arquero de Tigre acusó en primer lugar a Enrique Lupis, el técnico de Banfield, de haber sido quien le entregó en su domicilio los quinientos pesos a cuenta de la suma total de mil. Posteriormente ratificó la denuncia y contó con lujo de detalles las conversaciones que tuvo con Lupis. Pocos días después le pidió al Tribunal de Penas que dejara sin efecto la sanción al técnico y en su carta del 23 de junio solicitó que a Lupis no lo declararan culpable.
Banfield empezó a cumplir la sanción el domingo 29 de junio, cuando recibió a Ferro Carril Oeste en la cancha de Lanús y perdió 4-1. En ese momento, ocupaba la antepenúltima posición con 11 puntos, pero inmediatamente empezó a reaccionar. Venció a Rosario Central como visitante y encadenó éxitos ante Independiente, Lanús y San Lorenzo. Debió ser local en las canchas de Ferro, Chacarita y Boca y recién pudo regresar a su estadio el 7 de septiembre cuando le ganó por 4-3 a Newell’s Old Boys en un partido espectacular donde se lucieron Rafael Sanz, el interior izquierdo banfileño y un centrodelantero santafesino que trajeron los rojinegros y que pronto se destacaría en San Lorenzo, René Pontoni.
En su racha positiva para salvarse del único descenso previsto, Banfield llegó a la última jornada con un punto menos que Rosario Central y lo superó por 4-2, produciendo un hecho saludado por todos. Se recuperó de la durísima sanción, le descontaron 16 puntos, pero pudo hacer una gran segunda rueda y con 17 puntos, escaló lo suficiente para mandar a los rosarinos al descenso. El intento de soborno le salió caro, pero nuevamente lo desafió y siguió adelante.
El arquero José Monjo retornó al fútbol para la temporada de 1942, ya que se decretó una amnistía y le permitieron volver. Monjo se calzó la ropa de arquero tigrense y en la segunda fecha -increíblemente- recibió media docena de goles en la cancha donde había denunciado el soborno el año anterior. Banfield venció a Tigre por 6 a 4.
Unos días después, el 22 de mayo de 1942, se reinauguró el edificio principal que poseía la Asociación del Fútbol Argentino en la calle Viamonte. Asistió el Presidente de la Nación Ramón Castillo, padre del entonces titular de la AFA, que llevaba su mismo nombre y la aclaración (h) junto a él. Duraron pocos los Castillo, porque el movimiento revolucionario de junio de 1943 los destituyó a ambos. El golpe de Estado que desalojó a lo que comúnmente se denominó “década infame” los sacó a padre e hijo presidentes en forma conjunta, demostrando que la política y el fútbol tenían bastante que ver uno con el otro.
Del libro «Historias Negras del Fútbol Argentino»